Se nos están terminando las vacaciones en la casita de la sierra. Sí sí, así como quien no quiere la cosa. Yo todavía no he terminado de deshacer la maleta y resulta que en nada volvemos a estar en compañía de nuestro gran amigo Renfe. En la fábrica de hipocondríacos han dicho que se acabó el cachondeíto y que hay que ponerse a trabajar que ya mismito entramos en temporada alta y toca leer documentos y documentos para de mayores ser unos hipocondríacos como está mandado.
Intento de amistad con la Malaúva en Navidad |
Bueno, lo de qué le vamos a hacer lo piensas tú, porque a la Malaúva digamos que no le hace ni pizca de gracia tu presencia. Y es que, Umpa Lumpa, de ella tenía yo que hablarte.
Aunque después de todas estas cartas te cueste creerlo, resulta que siempre he sido un poco fanática de los estúpidos felinos. Lo sabe todo el mundo, lo he ido demostrando desde mi más tierna e inocente infancia. Me avergüenzo de mis recuerdos ancestrales, de cómo cuando se nos preguntó en primaria cómo nos gustaría vivir en el futuro yo respondí que en una casa grande con al menos 100 felinos simplones. Me humillo a mí misma cada vez que me pongo a ver mis cuadernos. Todos los cuentos iban de gatos, en todos los dibujos salía un gato. Esto ha traído importantes consecuencias en mi desarrollo artístico... ponme a mí a dibujar un cánido, que voy lista...
La cuestión es que hará unos cuatro años que adquirimos a la Malaúva por el módico precio de robársela al vecino. Ya sabes Umpitas, estos gatos son unos auténticos interesados. Si en un sitio además de comida les dan calefacción pues no tienen reparos en ser unos infieles de libro. Y así fue como la Malaúva nos escogió a nosotros. Entonces hicimos que desovara y además vomitó 3 helmintos que la parasitaban y se transformó en una bola con patas, que es lo que actualmente ves tú.
La Malaúva con cara de mala uva |
Te guste o no, la Malaúva es mi primogénita y tengo que hacerle un poco de caso con el ataque de celos que le ha entrado... Pasa que desde que estás aquí a mí tampoco quiere verme ni en pintura.
Ni que decir tiene que a veces me das hasta penilla... Después de tantos kilómetros tener este tipo de recibimientos, no mola. Claro que en cuanto me acuerdo de las cortinas del 4ºA, créeme que lejos de darme lástima, la que empieza a mirarte con malos ojos soy yo.
Intentaré grabar en vídeo vuestra peculiar relación, pero no te prometo nada.
Dulces caricias
PD: Cuando lleguemos a casa tenemos que ser sumamente amables con Enriquita y ricitos de oro, que no atraviesan sus mejores momentos en esta nuestra tierra.
Madre mía!! Qué bicho más enorme y mono! *¬*
ResponderEliminarLo del módico precio de robársela al vecino me ha matado xDD ¡Es buenísimo!